El mundo en que nos movemos
Sobre la sofisticación
La sofisticación, entendida positivamente en su concepción más clásica, es la cualidad del refinamiento, buen gusto, sabiduría y sutileza, por oposición a la crudeza, estupidez y vulgaridad. También puede ser entendida como la cualidad de lo artificial y complicado, por oposición a la sencillez, la simplicidad, la ingenuidad, la inocencia y la modestia. Desde el punto de vista de una sociedad de clases, la sofisticación se vincula con el estatus social, los privilegios y la superioridad derivada de la jerarquía social. Esta concepción más tradicional de la sofisticación está bien comprendida y aceptada en las generaciones previas a la de los millennials. El estatus social, en general vinculado al buen gusto, a lo novedoso y a lo exclusivo, responde a principios de sofisticación en el consumo, sea de arte, de vestimenta, de comida, de formato de vacaciones o de modo de vida. Sin embargo, para los jóvenes, para los nuevos jóvenes, la sofisticación posee otra interpretación, y por ello amerita una reconceptualización.
En diciembre de 2017 el diccionario Oxford eligió al término youthquake como la palabra del año. La traducción literal del término es terremoto o temblor producido por la juventud. El término fue acuñado hace ya varios años por la editora de la revista Vogue, y hace referencia a la forma en la cual los jóvenes y su forma de pensar están cambiando el mundo de la cultura, la moda, la música, la política, etc. El diccionario la seleccionó en 2017 no solo por su significado, referido al cambio cultural, político o social significativo surgido de las acciones o influencia de los jóvenes, sino principalmente por el aumento de su injerencia. Los jóvenes en la actualidad se sienten más empoderados (conectados 7x24), dominan mejor estrategias de comunicación (memes, YouTube, Twitter), están alfabetizados lingüísticamente en formas de interacción de significado a través de plataformas (Instagram) y artefactos tecnológicos de última generación (smartphones), y desde allí miran al mundo como algo cercano, que ocurre en vivo, en donde se puede participar de cualquier manera.La sofisticación, para los jóvenes, es un concepto más asociado a toda acción o acto que genere agenda, visibilización, capacidad viral, e impacto, que a aquello que aparece como exclusivo y semi privado.
Existen problemas sofisticados, poblaciones vulnerables sofisticadas, conflictos sociales sofisticados, casamientos y divorcios sofisticados, fiestas y peleas sofisticadas, información sofisticada. Para operar e incidir en este mundo ‘sofisticado’ y generar seguidores, tráfico, reproducciones, retwits y likes, se requiere estar casi siempre conectado, ser usuario activo de las principales plataformas de comunicación y actualizarse a su ritmo, experimentar las herramientas digitales que permiten utilizar el humor, la ironía y la participación en el espacio de las redes con personalidad y aplomo, y producir. Los centennials, generación de la que me ocuparé en detalle más adelante, producen y suben videos y poemas a las redes y plataformas en forma semanal. Los jóvenes entienden a la sofisticación como el acto mismo de la creación y la experimentación, con la ilusión de que ello logre movilizar para cambiar la política, reducir la pobreza, evitar el cambio climático, alterar la moda, introducir el debate sobre la sexualidad en las escuelas, lograr la paridad de género en el mercado del trabajo, frenar la caza de las ballenas o la causa que sea. Se es sofisticado cuando se hace algo con impacto, no cuando se está en algún lugar exclusivo, y ese ingrediente debe estar presente con claridad en el espacio que se habilite en la presente propuesta. Cualquier oferta de educación superior que haga más hincapié en el ser (ser un ‘ingeniero’) que en el hacer (resolver un problema concreto), está condenada a recibir la espalda de los jóvenes de este nuevo siglo.