El mundo en que nos movemos
Sobre la cocreación
La capacidad de crear colectivamente es un fenómeno determinante de esta época, y condiciona la forma de concebir propuestas y formatos de educación superior.
Crea colectivamente, o crear con otros, o co crear, es una forma nueva de producir ideas, aparatos, escritos, políticas, diseños urbanos, rutas de aprendizaje, insights o lo que sea. Es gracias a la expansión de la economía colaborativa (que se vale de la matriz en red del planeta y del activismo de sus usuarios) que han emergido nuevas formas de hacer, proponer, crear, producir y relacionarse a través del intercambio de ideas, bienes, servicios e incluso de conocimiento elaborado. Este nuevo sistema de relaciones, basado principalmente en la confianza y en el interés por colaborar en la causa en cuestión, está impactando significativamente la forma en como las organizaciones de cualquier tipo involucran a los integrantes de su comunidad cercana en sus procesos de innovación.
La co-creación parte de algunos supuestos, sumamente importantes de comprender a lo hora de pensar ofertas o servicios educativos para las nuevas generaciones. El primer supuesto es que existe una comunidad interesada en formar parte de tal proceso. La creación colectiva es un proceso vivo y dinámico de diálogo que nutre y descansa en la condición de ser justamente eso, un colectivo de personas que se conciben como pares, y que se tratan en consecuencia.
En segundo término, que existe una causa aglutinante, una justificación temática o una problematización que genera atención, entusiasmo, urgencia, emoción, injusticia, empatía, deseo de participación o acción. Las causas que dan sustento al acto de crear colectivamente ocupan un lugar sumamente relevante en la dinámica de armado de agendas globales, ya que poseen la capacidad latente de saltar al centro del escenario en forma repentina, animadas por mucho activismo digital.
En tercer lugar, también está el supuesto de que existe la posibilidad técnica de generar inputs en el proceso y observar outputs relativamente rápido. El mejor ejemplo de este supuesto se ve en la plataforma Change.org, una plataforma de presión social creada en 2007 que permite a cualquier generar su propia petición, mostrando progresos y estados intermedios de las mismas. Si bien esta no sustituye en la práctica a las iniciativas legislativas populares, ya que sus solicitudes vía web no tienen validez legal, es utilizada como una forma de crear agenda y visibilización de temas que resultan relevantes para diferentes comunidades.
Cuarto, que existe un proceso transparente y meritocrático que facilitará a que las mejores sugerencias finalmente se tomen en consideración. Si bien un voto o apoyo en una petición vale igual sin importar quién lo haya realizado (una verdad a medias, pues el endorsement que se otorga a un proceso de ‘juntado de firmas’ a través de los perfiles de las propias redes sociales lleva la carga y el peso específico de quién lo apoya), la elección de las peticiones y el logro de su apoyo responden con bastante fidelidad a la misma calidad intrínseca del pedido o propuesta. Por supuesto que puede haber distorsiones y hasta manipulaciones, pero en términos generales el supuesto se cumple, y el proceso co-creativo encuentra su camino.
Por lo tanto, de naturaleza social, apoyados en grandes reservorios de confianza generados por la causa de que se trate, con mucho activismo y propulsión generada desde la idoneidad para manejar plataformas, estrategias y lenguajes digitales, la co-creación aparece así como otro gran proceso ‘dialogador’, articulador de agendas, generador de significados y modelador de valores y aspiraciones sociales. El protagonismo de las generaciones nativo-digitales en estos espacios y comunidades es omnipresente, y su afán por continuar ocupando ese escenario está garantizado a partir de la experiencia que la acción co-creativo les va demostrando.